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Reflexiones, motivaciones, inspiraciones, propuestas…


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Retrospectiva.

La memoria guarda detalles minuciosos de tiempos idos, y muchas veces las circunstancias nos hacen evocarlos.
Camino al Puerto de La Libertad.
Salí del café con la intención de ir a guardar mi carro en un lugar más seguro. No quería arriesgarme a dejarlo en la calle, frente al Café y encontrarlo por la mañana, sin llantas, sin radio, o ya no encontrarlo.
Eran las 8 de la noche y tomé la calle que conduce hacia el Puerto de La Libertad, para luego, dos cuadras más adelante, doblar a la derecha. Pero poco antes de doblar, me sorprendió ver a una niña pequeña, de unos 6 ó 7 años caminar a la orilla de la calle, mirando ansiosamente hacia atrás. Detrás de ella, muchos pasos atrás, pude ver por el retrovisor a una señora, caminar presurosa; al reflejo de la luz dejaba ver una cara preocupada.
Iba a detenerme para preguntar a la niña qué les pasaba cuando vi que la niña, mirando hacia atrás nuevamente, como buscando la aprobación de la señora, decididamente caminaba ha-cia mi carro con su brazo derecho levantado como pidiendo “ride”.
Despacio, me fui deteniendo hasta llegar dónde estaba la niña, quien hacía señas a la ma-má para que se acercara. Bajé el vidrio de la ventana delantera derecha y la nña se asomó, al mis-mo tiempo que continuaba hablándole a la señora, que por lo que escuchaba, era la mamá.
—¿Qué pasa? —, le pregunté.
Con mucha seguridad, pero sin poder disimular el miedo y la preocupación, se arriesgó:
—¡Señor, por favor ayúdenos! ¡Mire, ella es mi mamá…!, mientras seguía haciendo señas a su mamá, quien no podía esconder su gran miedo, pero al mismo tiempo se alegraba del coraje y valentía de su hija, al atreverse a buscar remedio a su situación.
—¿Qué les pasa? —, volví a preguntarles intrigado.
—Mire, me dijo la niña—, mientras la señora seguía apartada a unos pasos del carro. Es que mi papá, me robó de allá del puerto y me trajo para San Salvador, y cuando mi mamá se dio cuenta, se vino en el bus y no se fijó que casi no traía dinero. Vino a San Salvador, y como pudo me encontró, pero se nos hizo tarde… La niña se detuvo y me miró fijamente, mientras trataba de esbozar su mejor y más dulce y convincente sonrisa para confirmar su primera expresión:
—¡Señor, por favor ayúdenos!
—¿Van para el Puerto?, pregunté, mientras abría la puerta y la niña tomaba del brazo a la señora y trataba de transmitirle su confianza.
La señora, por su parte, seguía temblando de miedo y desconfianza, pero, para no defraudar a su hija, hizo un esfuerzo y lentamente asomó la cabeza y con su voz entrecortada, me dijo temerosa:
—¿Nos va a llevar?
—¡Sí, señora, suban!
—¡Pero… nosotros… no tenemos dinero! —, me aclaró, mientras la niña, satisfecha por su logro, se acomodaba en el asiento de adelante. Tratando de tranquilizarla e infundirle confianza, le dije que se acomodara en el asiento de atrás, para que, si tenía desconfianza de mí, podía de alguna manera observar mis movimientos con anticipación.
Casi forzada, subió y se acomodó atrás, como le dije. Mientras, yo me identificaba y trataba de mostrarme lo más confiable posible, contándole que yo conocía bien ese camino porque por ahí había nacido y por ahí vivían mis papás y tenía familiares.
La niña se mostraba contenta de haber resuelto la situación, pero yo miraba a la señora por el retrovisor y la sentía muy temerosa. Les conté todas las historias que se me ocurrieron, mientras nos dirigíamos al Puerto. El camino es obscuro, y solitario, y en algunos tramos, esta soledad y obscuridad, incrementaban el peligro, por el tipo de carretera.
Por fin, llegamos al Puerto de La Libertad y aún antes de pasar por la gasolinera de la entrada, la señora se apresuró a decirme con voz suave:
Por aquí nos puede dejar, por favor. Ya de aquí nos vamos caminando.
Ya ella, dentro de las pocas palabras que había podido sacarle durante el camino, me había dicho que llegando a la gasolinera, a la derecha, casi a la salida de la ciudad. De manera que no me detuve y continué. Poco después de salir de la ciudad había un grupo de personas mirando con ansiedad, como si esperaran a alguien. La niña, feliz y entusiasmada me dijo:
¡Aquí es! Aquí nos puede dejar.
Inmediatamente di la vuelta en U, de manera de regresarme sin contratiempos y evitar que, conociendo a mi gente, quisieran «pasarme adelante» y pagarme por el viaje. Esperé que se bajaran y les dije:
Ya están en su casa, gracias a Dios. Me dió gusto ayudarles. Buenas noches!
La señora, muy agradecida, me dijo que Dios me lo pagaría y yo salí nuevamente hacia Santa Tecla, pidiéndole a Dios llegar sin contratiempos a mi casa.

Contradicciones.

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«Lo que sufre, no forma parte de mí». Lección 248 de Un Curso de Milagros.

Ayer por la mañana, a pesar de que era consciente de que rumiaba un estado negativo, como digo, era consciente, pero no podía salirme de él. Sin embargo, una frase que de pronto apareció frente a mis ojos, le puso stop al rollo que mi mente tenía corriendo y producía ese estado negativo, y aunque no pasé como por arte de magia, de ése estado al positivo, sí fuí consciente de que en mi mente algo se detuvo y encontró sentido en otra cosa.

¿Porqué te ofendes? ¿Porqué sufres y te sientes ofendido? ¿Alguien te quitó algo? Fueron las preguntas que de pronto surgieron, inquiriendo por respuestas.

Al haber detenido el diálogo interno de la mente, que me obligaba a permanecer en el pasado y me impedía regresar al presente, de pronto mi ánimo cambió, y aunque, como dije antes, no fue todo tan fácil, sí pude ubicarme en el presente de una manera gradual, desligándome de las pegajosas ataduras que amente se adherían a mí y no me dajaban soltarme.

Pero el Universo siempre nos hace saber que está con nosotros y nos da señales que estimulan nuestro esfuerzo motivándonos a continuar. Algo, entonces surgió para decirme que en ningún caso la negatividad trae buenos resultados, que la frecuencia siempre tiene que ser alta y positiva y que los resultados no se hacen esperar, pero debemos confiar. Debemos creer para ver.

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El Cafecito de las 3:00 pm

Este no es un comentario a aquél brevísimo escrito el 20 de Septiembre de 2011, diez años ha… Esto es la continuación «obligada» de aquél texto. «Obligada» porque hoy, como digo, diez años después, como siempre, al despertar tengo preguntas, siempre tengo preguntas… No siempre tengo respuestas, pero hoy sí. Mi pregunta de hoy recibió una tajante respuesta: «Es que no estás entendiendo». y acto seguido, mi mente quiso completar: No se trata de entender, sino de sentir. Como por inercia, hoy por la tarde, abro esta entrada de 2011 y me encuentro con ese texto: «Es que no estoy entendiendo esto… No lo estoy entendiendo o no lo quiero entender porque no me conviene. Y no me conviene porque… Aquí está la razón del problema…«. Esta es la meditación de hoy!


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El derecho de reir.

Eduardo Galeano. Los hijos de los días.

Según la Biblia, Salomón, rey de Israel, no tenía una buena opinión de la risa:

—Es locura —decía.

Y sobre la alegría:

—¿De qué sirve?

Según los evangelios, Jesús nunca rió. El derecho de reír sin cometer pecado tuvo que esperar hasta que en la ciudad de Asís nació, en el día de hoy de 1182, un bebé llamado Francisco.

San Francisco de Asís nació sonriendo, y años después instruyó a sus monjes discípulos:

—Sean alegres. Guárdense de aparecer tristes, ceñudos, hipócritas…

Años más tarde, Don Bosco, el fundador de los Salesianos, aseguró a sus seguidores: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.


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Caminando

Todo el tiempo estamos caminando, lo hacemos desde que despertamos por la mañana, hasta que volvemos a la cama por la noche. Caminar también es una palabra que usamos para decir que avanzamos, que estamos progresando, que no estamos estáticos. Y camino también lo usamos como símbolo de la ruta que seguimos, el sendero espiritual o la ruta de desarrollo personal o profesional.

Pues, ahí vamos, caminando, como decía mi papá, ratos a pie y ratos andando, pero no nos detenemos. Y en este caminar, hoy retomamos una vez más este sitio para seguir expresándonos, que es otra de las cualidades inherentes al ser humano, expresarnos, comunicar, participar y compartir.


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«Sonríe»!

«Sonríe…»

A veces una sonrisa es capaz de ablandar y derretir el más adusto semblante. El otro día, por la mañana, entré a un lugar por un café. La persona que me atendió, con la sonrisa a flor de labios, tomó un vaso y con un plumón, escribió en él. Luego me sirvió el café.

Mientras ella llenaba el vaso con el café, yo pensaba: ella no me preguntó mi nombre, ya que en algunos lugares escriben en el vaso el nombre del cliente, para llamarlo cuando la bebida esté lista. Pero luego me olvidé. Me sirvieron el café, pagué y me retiré. Me fui a mi carro a disfrutar tranquilamente el café

Casi iba a tirar el vaso, después de beberme el café, cuando vi escrita sobre él, la palabra “Smile” (Sonríe), acompañada de una “happy face”.

No pude menos que sonreir y solo, en mi carro, mientras me alejaba del lugar, recordaba que unos años antes, en mi trabajo anterior, un día, una señora se acercó para pedir una información acerca de los servicios que nosotros ofrecíamos. Le dí la información, pero ella, al final, de la mejor manera trató de explicarme acerca de la diferencia entre ofrecer esa misma información, pero acompañada con una actitud amable y sonriente. La señora ya había obtenido la información deseada, pero se había regresado para hacerme esa reflexión.

En aquélla ocasión, al igual que en ésta, había sido un mensaje directo para mí, y me había dejado pensando. Pero en esta ocasión, si el mensaje se había repetido, obviamente es porque no había habido un cambio.

La sonrisa muestra la alegría interior, es un reflejo de lo que pasa en nuestra mente y en nuestro corazón, expresa la satisfacción y el contento del momento. Refleja la paz y la bondad. Por el contrario, si hay tristeza, si hay pena en nuestra alma, si hay preocupación, podremos negarla fingiendo una sonrisa, haciendo una mueca, que a nadie convencerá, porque lo que está adentro no podemos ocultarlo.

Una sonrisa es espontánea, es un destello del alma, habla por mil palabras.

Sin embargo, podemos conscientemente trabajar por nuestra paz interior, cultivar la bondad y la serenidad y mantener una actitud sonriente, la cual, además, influirá en nuestra buena salud, nos abrirá más puertas y nos facilitará nuestro cotidiano interactuar con los demás. ¡SONRIE!.


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El dolor

El dolor es a causa de tu incapacidad para manifestar lo que eres. ¿Sientes dolor? ¿Hay inconformidad, desasosiego, angustia, ansiedad? Pregúntate qué quieres, qué te hace falta, porqué no eres feliz…

Photo by Arnie Watkins on Pexels.com

Y me estoy refiriendo al dolor físico… Es bien sabido que nuestro cuerpo manifiesta lo que de otra manera no podemos expresar

¿Qué quiero?

“Las palabras con las que construimos nuestros pensamientos y conceptos, a veces no son muy útiles para llevarnos hacia donde queremos ir”.

¿Qué quiero? Ésta es una pregunta importante, y cómo cuesta contestarla. Al menos, a mí siempre me ha costado responderla.

“Tengo un amigo que…” es la frase que escuché repetidas veces en mis clases como Facilitador del Programa de Rehabilitación de Alcohol y Drogas, cuando alguien quería compartir su experiencia, pero no se atrevía a decir que se trataba de la experiencia vivida por él mismo.

La frase no está registrada como propiedad de alguien, de manera que puedo usarla sin problemas.

Acerca de esta pregunta, alguien me dijo que cómo cuesta contestarla, y agregaba, y lo peor es que a estas alturas del partido suena hasta vergonzoso no saber definir, si es que de verdad no se sabe, clara y determinadamente, qué es lo que quiero. Joe Vitale dice que no es cierto que no sabemos qué queremos, lo que pasa es que usamos ese “no saber” como un mecanismo para no hacernos responsables y no tomar la vida con toda nuestra pasión y determinación. Por otra parte, Enric Corbera dice que ése “no saber” es del ego, porque el Ser que somos, sí sabe perfecta y claramente qué vino a hacer aquí.

Durante muchos años, mientras caminamos, vamos tratando de definir las metas, pero muchas veces, esas «definiciones» son vagas, imprecisas y por eso los resultados no son concretos.

¿Qué queremos, entonces?, ¿qué quiero pues?

Las respuestas a estas preguntas tienen que ser claramente definidas. El universo sólo responderá a nuestra petición, si ésta está claramente definida.

Enfoquémonos entonces, en provocar en nosotros mismos una reacción que nos lleve a las palabras que definan lo que queremos.

––¿Qué es lo que nos llenaría de entusiasmo?

––¿Qué es lo que nos llenaría de alegría?

––¿Qué es lo que me llevaría a apasionarme en lo que hago? 

––Obviamente algo que me gusta.

––¿Qué es lo que me gusta?

––¿Me gusta crear, inventar, dar líneas, ordenar, organizar?. ¿Me gusta el poder, la libertad, compartir, coincidir, volar….?

Pero, de pronto pienso que el entusiasmo y la pasión no son el resultado de que yo esté haciendo lo que me gusta o porque tengo lo que quiero, sino al revés. Quizás se trate de desarrollar el entusiasmo y la pasión como quien enciende el fuego a partir de la nada, y luego requiere del mismo entusiasmo para mantenerlo. En otras palabras, no es tener lo que quiero o hacer lo que me gusta lo que me va a dar el entusiasmo o me va a hacer trabajar con pasión, sino, como dije antes, al revés. “El pájaro es feliz porque canta; no canta porque es feliz”.

Entonces, punto número 1: Desarrollar el entusiasmo. ¿Cómo desarrollo el entusiasmo? Sonreir, reir, sacar la alegría, forzar la alegría. Podemos apoyarnos en la certeza de sabernos quiénes somos. “Remember who you are”. No darle oportunidad a la duda, al pesimismo o al desaliento. Hasta donde yo he entendido, el problema son nuestras creencias, mismas que hemos heredado por generaciones y que hemos reforzado a través del trajinar de nuestra vida, hasta este momento.

Punto 2. Creer. (Fe). Es una opción. Creer para crear. Creer y confiar. Cree y creas.

Por lo general, nuestra expresión corporal, nuestra manifestación externa refleja nuestro interior. Entonces,

Punto 3. Lenguaje corporal. De alguna manera, obligar al cuerpo a comunicarse en un lenguaje corporal que sugiera en induzca en nosotros una actitud positiva.

Si la mente es la que crea la realidad, ¿porqué no crea cosas buenas? ¿Por qué es más fácil inclinarse al papel de víctima, que al papel de exitoso y triunfador?

––Porque para desempeñar el papel de víctima no necesitamos hacer ningún esfuerzo, no necesitamos pagar ningún precio. Es el camino hacia abajo, nuestra tendencia natural hacia lo más fácil, la ley de gravedad nos impulsa, (grafico de la línea inclinada hacia abajo, la que hacía en las clases de DV).


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Me sorprendo y sin razón…

De alguna manera , ya sabemos qué va a pasar si actuamos de tal o cual forma. No nos preguntemos, entonces, ¿Porqué me pasó esto? Y ni siquiera puedes, para tu consuelo, responderte ¡Por estúpido!, porque no eres estúpido. Lo que eres es un necio, terco, que no quieres darte cuenta quién eres, no quieres reconocer cuáles son tus capacidades, y no quieres hacerte cargo de los compromisos que adquieres al aceptar las habilidades de las que fuiste dotado.
Bueno, y ya que comenzamos, ¿qué vamos a hacer? Fácil nos resultaría decir y decirnos: No tengo ni la más remota idea, pero sabemos que estaríamos mintiendo y mintiéndonos a nosotros mismos. ¿Porqué? Por lo mismo que dije al principio.
Decir que no sabemos qué hacer es una gran mentira y lo peor es que ni nosotros mismos podemos creérnosla; es más, nosotros seríamos honestamente los primeros en no creerla.